El toro de lidia se enfrenta al torero en un duelo a muerte, mostrando su trapío, estampa, gallardía y bravura - elemento que lo diferencia del resto de los bovinos-. Estas características se preservan durante la crianza del ganado, único proceso de domesticidad que en vez de amansar el instinto salvaje de una especie, se potencia y se modifica.

El toro bravo es un animal sedentario por naturaleza, aparentemente noble en el campo y con unas jerarquías muy marcadas. Es el hombre con su manejo, el que lo adapta a la alta exigencia de la lidia actual. Lo hace con tres herramientas: alimentación, ejercicio físico y sanidad.

Las ganaderías dedicadas a la cría y selección de reses bravas se establecen en las dehesas, espaciosas fincas auténticos ecosistemas con abundantes pastizales. Dentro de cada ganadería hay un linaje o encaste que deriva de varios troncos fundacionales de distinta ubicación geográfica y procedencia, a partir de los cuales y por selección a lo largo de casi tres siglos, se ha obtenido el toro de lidia actual.

El ciclo vital del toro de lidia se prolonga entre cuatro y cinco años, edad en que el animal presenta las cualidades óptimas para ser lidiado en las plazas.

Tras el nacimiento de la res y después de 8 ó 10 meses de lactancia, se desteta el becerro y se procede al herradero. Esta actividad ganadera consiste en marcar a la res con hierros candentes sobre la piel para facilitar su identificación. Se aplican tres marcas a fuego: la seña de identidad de la ganadería -el Hierro-, el número de orden en la camada y la última cifra del año de su nacimiento. En última instancia se realizan unas incisiones en las orejas -las señales- que constituyen otro signo distintivo de las ganaderías.

Cuando las reses alcanzan los dos años de edad se procede a realizar una prueba de selección funcional de resistencia y fuerza - la tienta- a todas las hembras y a los machos, elegidos previamente por su morfología y genealogía, con la finalidad de seleccionarlos o descartarlos para ser lidiados. La tienta reproduce los estímulos de la lidia: la prueba del picador y el juego de muleta con el objetivo de valorar su bravura. Los novillos que superan la prueba satisfactoriamente se mantienen como sementales y el resto es destinado a capeas o a la industria alimentaria.